lunes, 20 de febrero de 2017

Sentido de la maravilla

El lenguaje es, en ocasiones, una especie de cárcel con muros que cuesta romper. Yo lo noto todos los días, cuando trato de explicar a los miembros de la comunidad educativa a la que pertenezco (IES Miquel Peris i Segarra, Grau de Castelló) mi forma de entender la docencia, las dinámicas que realizo en clase y el espíritu que impregna (o intenta impregnar) las mismas.

Este espíritu es el Sentido de la Maravilla, o como se diría en inglés, el Sense of Wonder.

Sentido de la Maravilla.
Un concepto tan elevado como mundano. Nos cuesta abarcarlo bien.

Sentido de la Maravilla.
Una forma de entender el entorno que nace de la narrativa de ciencia ficción anglosajona y se deja rastrear en pioneros como Jules Verne y compañía. Hoy en día está presente en casi toda la buena producción audiovisual que se tercie, en los videojuegos que disfrutan nuestros alumnos, en los cómics y, por supuesto, en los juegos de rol y en las novelas de género.

A falta de otra acepción más adecuada (insisto, es un concepto que cuenta con una traducción penosa, al igual que la palabra Awesome, muy relacionada con él...) el Sentido de la Maravilla es ese impulso que nos hace leer hasta bien entrada la madrugada, cuando no podemos dejar de pasar páginas porque alguien nos está contando una historia más grande que la vida. Sentido de la Maravilla hay también en Luke, Leia y los dos androides contemplando una galaxia en espiral. Se puede rastrear en el momento en que Indiana Jones dice aquello de "Improviso sobre la marcha", o cuando Astérix se pone en la línea de meta junto con el resto de corredores romanos.

El Sentido de la Maravilla lo logro yo en mis clases de múltiples maneras: mediante chistes, chascarrillos, cambios de ritmo, actividades lúdicas imposibles, trabajos demenciales, dolor de cabeza, atención personalizada, audiovisuales creados por un servidor, multitud de esquemas mentales, uso del cómic como recurso didáctico, trabajo colaborativo, proyectos a tutiplén, alguna que otra ojeada al libro de texto, ludificación de la experiencia educativa, suspiros de cansancio, introducción del ROL en el aula, investigaciones, entrevistas, encuestas... y todo aquello que caiga en mis manos, pueda aprovechar en los 55 minutos que tengo con cada uno de mis grupos, y sirva para hacer que los chavales se impliquen en la clase, se empoderen y alcancen ese infinito que tanto perseguía Buzz Lightyear ó, si recordáis el viejo musical, aquel Hombre de la Mancha interpretado por Peter O'Toole.

Os puedo asegurar que no soy el único docente que trabaja de esta manera, aun a pesar de que suelo sentirme solo e incomprendido. Como decía un veterano en estas lides que me aconsejó bien (o por lo menos, me dio un consejo que supe aprovechar), frente al desánimo intento poner poner mi mejor sonrisa. Incluso aunque todo lo que tengo planificado acabe por fracasar, incluso aunque mi día a día personal naufrague por los cuatro lados.
Ninguno de nosotros, queridos compañeros, tiene derecho a resignarse dentro del aula: Es cierto que, como adultos, el enorme peso del mundo y de sus problemas tiende a caer como una losa, pero con los chavales dista mucho de suceder así.

Mentid, decid que tenemos esperanza, que las cosas no están tan mal. Sed sinceros, buscad algo bueno en lo que puedan destacar. Nunca ahoguéis sus sueños, vigilad vuestras palabras con ellos. Tened paciencia. Tararead alguna canción.

Recordad alguna historia que os haya hecho sentir vivos... ¿quién fue ese docente que os cambió la vida? ¿Os gustaría ser como él?

No lo dudéis amigos míos. No os preocupéis por nada, la nave aguantará, y lo que es más importante...

The show must go on!

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