miércoles, 30 de marzo de 2016

Camino a la escuela

Camino a la escuela es una estupenda película de Pascal Plisson que ilustra el azaroso (y en ocasiones épico) camino de Samuel, Carlitos, Jackson y Zahira para acudir a clase.
Se trata de cuatro chavales de lugares tan diferentes como Argentina y Kenia que comparten una pasión común: la necesidad de aprender, de conocer cosas, para salir adelante en los lugares difíciles que les ha tocado vivir.
Aunque la cinta tiene ya un par de añitos, recomiendo fervientemente su trabajo dentro del aula. La cara de pasmo que se queda a los chavales cuando contrastas sus "ganas" por entrar en el IES a primera hora de la mañana y las tribulaciones de estos cuatro héroes, dan para para muchísimas reflexiones.
Del mismo modo, recuerdo a todos que el camino a la escuela es un tema de constante actualidad. Imagino que de rodar su película en estos mismos instantes, el bueno de Pascal Plisson hubiera añadido sin pensarlo las tribulaciones de los refugiados por dotar de mejor futuro a sus hijos.

Innovación educativa

En clase no se dibuja Vol 2 - Tira 09
Vaya por delante que la innovación educativa no debe reducirse a la mera aplicación de las nuevas tecnologías en el aula. Si nos limitamos a hinchar nuestras clases con presentaciones aburridas tipo Power Point o Prezi, con gamificaciones como Clash Dojo, etc; pero no tenemos un objetivo claro sobre dónde queremos llegar, estamos utilizando la tecnología de una forma instrumental, sin solucionar nuestros problemas de partida.

Innovar equivale a cambiar la mirada, a abrir las ventanas del aula para que entre aire fresco y un poco de luz. Cuando Aristóteles fundó el Liceo allá por el 336 a. C. su sistema se basaba en la clase magistral: El profesor habla y los alumnos atienden tomando apuntes sobre cuestiones de las que serán examinados.

A lo largo de los siglos, durante el resto de la antigüedad, la Edad Media, la Modernidad e incluso durante el desarrollo industrial del XIX las cosas, educativamente, siempre han sido iguales: El profesor habla y los alumnos atienden. De forma análoga ha sucedido durante todo el siglo XX y continúa sucediendo hoy en día. Nosotros, la pizarra y un trozo de tiza. Nosotros, los alumnos y unos cuantos exámenes sobre conceptos que olvidarán cuando entreguen el folio. Nosotros, la tecnología y fuentes de información (receptáculos de sabiduría) mucho más eficientes y seductoras: televisión, wikipedia, los videojuegos... En lo referente a mi asignatura, cualquier dato que mencione en clase pueden refrendarlo los alumnos con una simple visita a la red, ¿qué sentido tiene mi trabajo entonces?

Innovar equivale a esforzarse, a introducir en clase nuevas formas de trabajar, de evaluar, de impartir la docencia. Aprendizaje colaborativo, trabajo por proyectos, gamificación en el aula sin resignarnos a los contenidos mínimos y el desarrollo curricular de nuestras materias. Eso, claramente, está ahí. No podemos renunciar a ello.

Pero depende de nosotros hacer que sea atractivo.

Esta tira, dedicada por cierto, a mi ex-jefa de Departamento en el IES El Caminàs.

martes, 29 de marzo de 2016

Así funciona el mundo

En clase no se dibuja Vol 2 - Tira 08
En la mayoría de las ocasiones las directivas de los centros educativos abrazan iniciativas innovadoras por puro interés.

Existen, por supuesto, muchas excepciones a la norma (y yo me he encontrado con varias de ellas, muy loables, en centros como el IES El Caminàs), pero la apatía frente la innovación, la falta de recursos crónica y las ideas anticuadas sobre educación y gestión del conocimiento convierten el camino que unos cuantos tratamos de transitar en un erial lleno de baches y barro.

Sin embargo, en ocasiones encuentras apoyos donde menos te lo esperas. Sea por la necesidad de concurrir a una convocatoria de ayudas que serán invertidas en necesidades más acuciantes (reparar goteras, costear calefacción...), ya sea por sumar prestigio académico para el centro docente, ya sea por la necesidad de reafirmarse y decir aquello de "nosotros también innovamos", al final llega la palmadita en la espalda. Y si para muchos compañeros dichas muestras de "solidaridad" dan la sensación de que prostituimos nuestro trabajo, yo no soy de la misma opinión.

Los profesores innovadores somos optimistas por naturaleza, creemos en el cambio. No podemos permitirnos sumar nuevos problemas. Innovar significa ser inteligente y, como decía Toni Beltrán, dejarse el orgullo en la puerta del centro. Cualquier pequeña ayuda que venga desde dentro, por insignificante y controvertida que sea, ha de ser aprovechada. Tarea nuestra será convertir esa tímida gotita de agua en un riachuelo al que poco a poco se vayan sumando nuevos miembros de la comunidad educativa.

Nuestro objetivo final son los chavales. Nuestra meta última, mejorar la experiencia de su educación. Allí donde muchos actuarían en plan "ahora me viene con estas..." o mejor dicho, en plan "después de todo este tiempo, ahora me apoyas..." , yo prefiero tragar saliva, tender la mano y aceptar el cable que me alargan para traer la electricidad a la pequeña aldea Keniata con la que mis chavales de tercero de ESO se intercambian cartas durante este trimestre.

lunes, 28 de marzo de 2016

Ese momento...

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 07
Ese momento en el que todo va bien, en el que te descubres disfrutando del trabajo, motivando a los chavales con una metodología innovadora que apuesta por el sense of wonder. Ese momento en el que, tras varias explicaciones y los comentarios positivos de sus hijos, incluso los padres te apoyan y te animan a seguir apostando por sus chavales. Ese momento en que te sientes el rey del mundo, en el que caminas por el instituto pensando "lo estoy petando"... y de repente te llaman a capítulo, a protagonizar una charla aleccionadora (y a puerta cerrada) porque "les han llegado noticias" de que no te ciñes a la Programación, de que utilizas un pollo de goma para señalar a la pizarra, de que apenas mandas deberes y de que tus clases son un batiburrillo que suena desde el pasillo, donde se escucha hablar a los chavales y se rompe el silencio sepulcral.

Ese momento...

Ese momento suele comenzar con una llamada por la megafonía del centro en la hora del recreo.

sábado, 26 de marzo de 2016

Tebeos entre reclusos

Tuve la suerte de ser invitado el pasado lunes 21 de marzo a impartir un cursillo sobre Tiras Cómicas en un escenario inesperado: la prisión de Albocasser (Castellón)

De la experiencia, altamente satisfactoria, pude extraer varias conclusiones. Para empezar, me llamó mucho la atención el enorme abismo que existe entre las prisiones cinematográficas y televisivas (las únicas que conocía un servidor, evidentemente) con el moderno modelo donde impartí la clase magistral. Nada de presos vestidos con monos de colores chillones, gente lanzando fardos por los muros de la cárcel y, por descontado, nada de un gigantesco patio comunal repleto de prisioneros que se paran súbitamente cuando Andy Dufresne pincha Sull’aria… che soave zeffiretto en el tocadiscos de la biblioteca.

Fueron varios los reclusos que, inscritos en el taller organizado por la Escuela de Educación para Adultos de la penitenciaría, se acercaron a charlar sobre viñetas y bocadillos. 
Como he tratado de reflejar en esta tira cómica (dibujada en el transcurso de la sesión), un servidor andaba bastante asustado con lo que se iba a encontrar. Evidentemente, existe una diferencia sustancial entre los alumnos que me topo yo por clase y los curtidos presidiarios que empezaron a aparecer por un aula con mesas de plástico, sin mochila cargada de libros a la espalda, unos cuantos años a cuestas y la estricta vigilancia del personal penitenciario. Sin ánimo de parecer perverso, me vino a la cabeza la situación de unos cuantos de mis "chavales disruptivos" (como los llaman ahora) Espero que acaben superando ese bache llamado "adolescencia gamberra", no cometan ninguna estupidez y no acaben pagando por sus futuros errores en un lugar así, donde el tiempo pasa muy lentamente y, por desgracia, se valoran de verdad las cosas importantes.

Los casi veinte hombretones que acudieron a clase se pusieron a leer y ojear la extensa muestra de tebeos que llevaba conmigo con inusitado interés: tebeos de superhéroes, tomos manga, álbumes europeos... incluso un recopilatorio con las mejores historietas del Makinavaja (estratégicamente situado) que levantó pasiones entre los más veteranos, atento público durante la primera parte de la sesión, dedicada a explicar cómo funciona el cómic y relatar magistralmente su evolución histórica, los diferentes géneros, mecanismos, etc.
Tras una pausa para reponer fuerzas (y fumar algún que otro cigarillo), en la segunda mitad de la sesión los alumnos debían dibujar una tira cómica en A3 que será posteriormente coloreada para ser expuesta en la prisión. De nuevo me sorprendió la habilidad de algunos para el dibujo (ríete tú de Luís Royo, llegué a pensar) y la naturalidad con la que contaban historias referidas a su propia vida en tres o cuatro viñetas. Ni que decir tiene, el "slice of life" es un género muy popular entre los presidiarios. Historietas autobiográficas donde se habla de lo que hay tras los muros, se menciona la necesidad de enmienda y se saborea el anhelado día en que acaben sus condenas y puedan volver a empezar.


Porque de esto se trata al fin y al cabo. De esto trata la educación: de volver a empezar, de aprender y corregir, de admitir los errores y afrontar lo que queda por delante. 

jueves, 10 de marzo de 2016

martes, 8 de marzo de 2016

Eficiencia energética

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 05
Todas las mañanas la misma historia: a primera hora, con un frío que pela y la calefacción a tope, los alumnos se arrebujan junto los radiadores cual estorninos en un cable de la luz. Sin embargo, conforme aumenta la temperatura del aula (y el consiguiente olor a humanidad después de tres horas seguidas sin apenas abrir la puerta), comienzan los sudores y los lamentos agonizantes.
La calefacción sigue encendida, por supuesto, así que siempre hay algún chaval, de los pegados al radiador antediluviano, que (incapaz de soportar tamaño achicharramiento) abre el ventanal en busca de una bocanada de aire fresco.
Todo menos separar su mesa unos cuantos centímetros de la fuente de calor.

Os juro que esta rutina se repite desde que comenzaron los fríos.

viernes, 4 de marzo de 2016

Rocas metamórficas

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 04
La tira de hoy está especialmente dedicada a mis compañeros de Naturales Natalí, Nieves, José Luís (en el IES El Caminàs),  a Juan y Rocío (en el IES Miquel Peris i Segarra) y a Antonio Santiago Cumbreras (vía Facebook)

jueves, 3 de marzo de 2016

Seamos realistas: Nuestros alumnos se aburren

Seamos sinceros: nuestros alumnos se aburren en el aula.

Todos hemos querido alguna vez emular a aquel profesor que con sus historias, con su forma de dar la clase cuando teníamos 14 años, cambió nuestra vida para siempre. Todos hemos querido encender la misma chispa en la mirada que nos hizo amar la materia que impartimos y que deseamos fervientemente compartir con los muchachos. Pero los tiempos han cambiado. Repito: nuestros alumnos se aburren en el aula.

Y no es culpa nuestra, ni de sus padres, ni de ellos mismos. Se aburren en el aula porque somos incapaces de entender quién tenemos delante.
Cuando Don Constantino explicaba sus batallitas, a mi se me caía la baba embelesado. Era capaz de aguantar la hora entera escuchando sin distraerme todo lo que aquel profesor de derechas tenía que explicar sobre el Dragón Rapide, el cruce del estrecho por parte de las tropas nacionales o qué se yo. Evidentemente su visión de la historia estaba muy sesgada ideológicamente (si, Don Constantino todavía era uno de esos maestros a los que se hablaba de usted...) pero la forma que tenía de explicarla funcionaba tan bien que sus ventitantos chavalines no alcanzábamos a chistar mientras él hablaba. Todos hemos querido ser Don Constantino alguna vez: tener la clase callada, al público atendiendo, la muchachada tomando apuntes y levantando la mano para preguntar... No estoy hablando de una utopía educativa. Las cosas a mediados de los ochenta todavía eran así para los que estudiábamos octavo de EGB.

Si por algún casual se me ocurriera a mi repetir una clase como las de Don Constantino acabaría abrazando una botella de whisky y un paquete de ansiolíticos, en plena crisis de ansiedad. A los cinco minutos la chavalería habría prendido fuego a sus pupitres y lanzaría sillas por la ventana. Y sabéis una cosa: tamaño desaguisado habría sido culpa mía.

Soy consciente de que he dejado de ser un receptáculo de sabiduría absoluta para mis alumnos (diablos, ¡tienen wikipedia!) Para buscar conocimientos les basta con leer el libro de texto, para experimentar cómo eran las calles de la Florencia del Renacimiento echan una partida al Assassins Creed, para recrearse en la II Guerra Mundial hacen lo mismo con el Call of Duty (y creedme, he aprendido más sobre los tanques alemanes charlando con un chaval de cuarto de ESO de lo que hubiera pensado jamás) Buscan información por internet, cortan y pegan, tienen tropecientos canales de televisión y, cuando no les convence, los cambian... cosa que se traduce en collejas, despistes, notitas por debajo de la mesa y miradas fugaces al teléfono móvil cuando llevo más de diez o doce minutos taladrando sus mentes con la antigua Roma. Y aseguro que desde la posición del profesor esas cosas se notan: al rato de estar hablando observas cómo medio curso se mira insistentemente la entrepierna con las manos debajo de la mesa.

Nuestros alumnos se aburren porque hacen en el aula lo mismo que en casa: cambiar de canal. Y no estoy diciendo que sean más tontos, que sean incapaces de aguantar un discurso de larga duración. No. Ni mucho menos. Lo que sucede es que nosotros podemos resultar un tanto patéticos si entramos al aula armados con unos cuantos power points antediluvianos o peor todavía: el manual subrayado con fosforito y un triste trozo de tiza.
¿Qué resultará más divertido para un chaval de doce años? ¿Memorizar una por una las características de las ciudades romanas y vomitarlas de memoria? ¿Copiar mecánicamente lo que pone en el libro de texto? ¿Y de qué sirve eso? Si se despistan en clase mientras tú estás apuntando en la pizarra la diferencia entre el Cardo y el Decumanus, siempre pueden acudir a internet para copiarla en su libreta más tarde. Y volverla a memorizar como guacamayos de cola roja cuando les repartas el examen.

Es tarea nuestra hacerles entender la importancia de una buena planificación urbanística en las ciudades, explicar cómo ha ido cambiando todo esto a lo largo de los siglos y cómo nuestro sistema jerárquico de organización (esto es, avenidas, calles principales, calles secundarias, espacios públicos, zonas dotacionales, ensanches, extrarradios, cunurbaciones...) viene de los antiguos romanos. Es tarea nuestra hablarles de la corrupción administrativa que había en tiempos de Roma y cómo, por desgracia, las cosas todavía no se hacen bien en nuestro sistema económico basado en la construcción desaforada y el ladrillo. Es tarea nuestra hacer que reflexionen sobre el mundo que les rodea... y que empiecen a pensar en cambiarlo.

¿Podemos afrontar tamaño reto siguiendo el sistema de Don Constantino? Por supuesto que no. Además, precisamente él nunca quiso despertar una "actitud crítica" en sus alumnos. Vuelvo a decir que era de la vieja escuela. Pero imagino que le importaba mucho embutirnos algo de cultura, vigilar nuestra letra y nuestra expresión escrita. Todos saltábamos como si tuviéramos un resorte cuando preguntaba cualquier cosa sobre el tema que andaba explicando. Don Constantino sabía despertar eel Sentido de la maravilla de sus muchachos, por horroroso que resulte pensar que según sus historias el intento de golpe de estado de 1936 fuese legítimo, maldito viejo chiflado.

La ilustración que acompaña esta reflexión nos representa a mi y a mis alumnos de primero de ESO perdidos por las calles de Roma. Hemos viajado hasta allí de diferentes maneras: Cabinas Tardis, Vehículos Delorean, máquinas de H.G. Wells... Hemos entrevistado a unos cuantos senadores y charlado con un centurión cansado de las Galias. Mis chavales saben perfectamente cómo funcionaba un circo romano, han caminado por su arena y vencido al reciario. Han hablado con Mesanila y escuchado el árpa de Nerón. Actualmente se encuentran narrando su viaje en grupos de cuatro, siguiendo la guía que les he facilitado. Tendrán la oportunidad de autoevaluar su trabajo conforme a una rúbrica.
Arman bastante jaleo cuando comienza la sesión. Hay gritos, discusiones, chillidos, pero hemos rebajado muchísimo el nivel desde que comenzó el curso.

Están, en definitiva, disfrutando de la historia.

Guardia de pasillos

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 03
La tira de hoy, basada en hechos reales.
En serio: cuando suena la sirena y los chavales bajan en tropel al patio, el pasillo se queda tan quieto que da un poquito de miedo...

miércoles, 2 de marzo de 2016

La revolución empieza en el aula

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 02
Seguimos recuperando personajes de "En clase no se dibuja". En esta ocasión llega el turno de Badía, profesor de Sociales y compañero de Xaume. Badía es el prototipo de profesor amante de la nueva pedagogía, comprensivo con los estudiantes y dispuesto a innovar siempre.
Su carácter está basado en el de un grandísimo amigo (y compañero) que, a sus más de 50 años, sigue dando lecciones al resto del claustro y no deja de plantearse retos en su experiencia profesional.

martes, 1 de marzo de 2016

Mis problemas con Bachillerato (01)

En clase no se dibuja Vol 02 - Tira 01
La lucha de Xaume en esta tira es bastante habitual con los alumnos de Bachillerato que tenemos en el aula, de los cuales hablaremos mucho por aquí.
En su mayoría son gente muy capacitada y notable, pero por desgracia cada vez es más frecuente encontrar  ejemplos de sobreprotección paterna, inmadurez acusada y tozudez extrema. Por poner un ejemplo de esto último (y de lo cual también habla la tira cómica), señalaré que pocas cosas son más frustrantes como tirarte cincuenta minutos en plan "clase magistral", hablando sobre la vida, desarrollando los contenidos del tema, proponiendo ejercicios, explicando las cosas hasta el último detalle... Y que ese alumno que ha estado todo el rato mirando por la ventana, rascándole la cabeza a su compañera de fila, o qué se yo, haciendo a escondidas las tareas de otra asignatura, se levante cuando suena el timbre y se acerque a tu mesa con el libro en mano preguntando dónde se encuentra lo que acabas de explicar.
Mi respuesta en estos casos se reduce a abrir el manual y, con cierta solemnidad, preguntar al chaval si conoce a sus autores, porque ellos no estarán ahí para explicarle las cosas, examinarlo, corregir sus pruebas, reforzar sus conocimientos... Y saber si ese futuro 4,9 queda cerca del cinco o sigue siendo un cuatro.