En estos tiempos que corren, cuando cada lunes acuden unos cuantos alumnos aficionados a los cómics y los videojuegos para contarme qué han hecho durante el fin de semana, descubro aliviado que hoy en día (internet mediante...) el acceso a la cultura friki es mucho más sencillo, hay menos tabúes, todo está más normalizado y pocos son los muchachos (y las muchachas) que exhiben sus camisetas de Naruto o del Capitán América con miedo de que alguien les llame bichos raros.
Hoy en día ya no hay fronteras. Un crío de 12 años puede estar jugando online con compañeros de otra parte del mundo, estableciendo relaciones de camaradería y amistad que con un poco de suerte le acompañarán para toda la vida, trascendiendo la gris soledad que alguien de su edad, en tiempos no tan remotos, podía sentir entre sus compañeros de clase. Además, si el eventual friki tiene la buena suerte de contar con el apoyo y la comprensión de sus padres, en la mayoría de los casos estos se preocuparán por potenciar sus inquietudes, acompañándole con orgullo a toda clase de eventos del mundillo, recorriendo en familia kilómetros y kilómetros de carretera que, de nuevo no hace tanto tiempo, recorríamos los de nuestra generación en peregrinaciones organizadas por tiendas de cómics de toda España o grupos de aficionados que surgían de manera espontánea.
Sin embargo, ante tamaña facilidad para adentrarse en los insondables misterios de las onomatopeyas japonesas y la continuidad del Universo Marvel (una facilidad potenciada en foros de internet, grupos de redes sociales y mil cosas que se nos escapan...) echo a faltar una figura que, al menos en los ochenta, devino en fundamental para el desarrollo del fandom patrio: El "correero" de los Cómics Fórum.
No es necesario volver a ver la primera temporada de Stranger Things para corroborar algo que todos sabemos: hace treinta años las cosas eran muy diferentes. A la altura de 1983, con el desembarco de Marvel en España, todavía no existía el concepto de fandom. Cierto es que durante buena parte de los setenta los lectores de cómics americanos habían creado cantera leyendo tebeos de Vértice, pero la apuesta de Fórum por abrir una cabeza de playa editando tebeos de superhéroes con un formato similar al americano (bueno, un poco más grande...), potenciar el quiosco de barrio y generar movimiento entre los lectores contó con la ayuda inestimable de esa persona, el "correero", escondida entre varios seudónimos a la medida del Correo de los Lectores en las ediciones USA. Una persona que contestaba con paciencia las preguntas de los futuros Marvel Zombies.
Se llame Francisco, se llame Loki, se llame Átomos o Doc Skull, acompañado siempre por preciosas viñetas de Pere Olivé, el "correero" hacía que no te sintieses tan sólo. Leyendo sus avispadas respuestas descubrías de repente que en el pueblo de al lado había alguien que también disfrutaba con la Patrulla X. Es más: era alguien como tú, que alucinaba dibujando, leyendo aventuras, imaginando historias más grandes que la vida.
Gracias al "correero" eras partícipe de los últimos chascarrillos en el entramado editorial, aprendías a valorar a éste o aquel artista, vibrabas con su humor ácido, asentías con las sabias palabras de alguien que comprendía en todo momento quién tenía delante y lo trataba con respeto.
Porque de respeto por el lector el "correero" de Cómics Fórum sabía mucho. Y de nuevo sigo pensando que su figura debería ser reivindicada hoy en día, cuando un alumno de cualquier instituto, con ganas de dibujar a Spiderman y sueños de grandeza, busca un referente "adulto" y profesional que le anime a seguir con su destreza.
Enseñaba el otro día Carlos Pacheco algunas páginas germinales que envió en su juventud a un programa de radio que hablaba sobre cómics, páginas juveniles y tempranas en las que todavía no despuntaba el enorme artista que nuestro gaditano más universal es ahora mismo. Pues bien, lo que más me llamó la atención de su anécdota no fue la presencia testimonial de dichas planchas. Pacheco apuntaba a la importancia que tuvo, para su futuro desarrollo humano, el espaldarazo que la contestación a la remesa de muestras tuvo en aquel adolescente. Un imberbe pipiolo que soñaba con dibujar Los Vengadores para siempre.
Pues bien, unos años más tarde, para los lectores de mi generación, aquel papel de paciente guía capaz de animar al tierno poyuelo cargado de ilusión y carente (todavía) de destreza era el "correero" de Cómics Fórum.
Me gusta imaginarlo ante una caterva de ilustraciones, la mayoría con muy baja calidad profesional pero llenas de ambición. Lo evoco observando con detenimiento algún horrible dibujo de un crío con 10 o 12 años que sueña con dibujar a Spiderman, inspirando hondo, sentándose ante la máquina de escribir, estirándose los dedos y sorbiendo un poco de café mientras piensa, a altas horas de la madrugada, cuál es la mejor forma de contestar al pobre muchacho y animarle para que continúe dibujando, para que no cese en su empeño, no abandone su sueño y, por encima de todo, siga leyendo cómics.
Imagino también (porque la he visto en primera persona) la cara de ese mismo muchacho cuando emocionado encuentra la respuesta a su carta en las páginas interiores de algún número de La Patrulla X, comprado en el quiosco del barrio. Os puedo asegurar que ese momento no tiene precio.
De hecho, me atrevería a asegurar que será uno de los momentos más dichosos de su vida.
Pero por contra, hoy ya no sucede así. Internet ha acercado a los aficionados, ha facilitado la comunicación y las "salidas del armario", pero también ha puesto punto y final a la magia.
Ante un panorama que las principales editoriales tienden a pintar como sombrío y estéril, me pregunto si los lectores que con tanto afán dicen buscar se encuentran en nuestros chavales de 10 o 12 años. No imagino a ninguno de mis alumnos enviando por correo electrónico dibujetes hechos con cariño porque ya no tienen ningún lugar donde enviarlos: En plena era de las redes sociales, ante tanto tweet y tanta saturación de información, los futuros aficionados siguen estando solos.
Y mientras tanto sólo queda agradecer las palabras de ánimo del "correero" que alguna vez, hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana, mintió sobre la calidad del boñigo con patas que le envié por correo ordinario y, durante unos cuantos años (fundamentales en mi formación), me animó a seguir probando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario