Hoy a las 14.15 horas. Empieza el fin de semana, acaban los exámenes y estamos a cuarenta de mayo.
El alumno que ha protagonizado esta anécdota va a 2ESO. Es un alumno ejemplar, trabajador, divertido y con un sentido del humor tan cáustico como el mío.
Evidentemente, a muchos compañeros esta secuencia os puede parecer un poco salida de madre, pero os invito a analizar el contexto. El alumno y yo llevamos todo el curso intercambiando bromitas, disfrutando de duelos dialécticos en los cuales mis cuarenta años, mi cabeza bien amueblada, se enfrentan frontalmente con la agilidad mental de un chaval de 13 años, lleno de inquietudes y con ganas de zamparse el mundo.
Muchas veces los medios de comunicación y las conversaciones de bares, las charlas con los amigos y con los familiares, acaban por preguntar si es cierto que los alumnos nos han perdido el respeto. Respeto. Una palabra tan terrorífica como mutable. ¿Qué es el respeto? ¿Qué clase de respeto deseamos encontrar en el aula?
Nada mas lejos de mi intención convertirme en un profesor de los de "Cifuentes que le veo..." o un profesor colega. Me basta con ser su profe, el friki de sociales, y sentir que disfruto con mi trabajo cuando acabo la jornada, alegrarme cuando me saludan por el pasillo, cuando los saco del aula para reflexionar con ellos y acaban por escuchar mis consejos (y ya no digo hacerles caso), cuando interrumpen mi almuerzo o mi café mañanero para explicarme el último tebeo que se han leído, lo que han hecho durante el fin de semana, lo genial que es Guardianes de la Galaxia 2 desde la órbita de un adolescente.
He de confesar que me encanta tomarles el pelo.
Y quizás por ese motivo, cuando a mi me lo toman también, incluso con una pasada de frenada como esta, me alegra pensar que mi hierático compañero, testigo impenitente de toda la escena, lejos de escandalizarse más allá de la frase que acompaña la última viñeta, se ha echado a reír conforme a mi, de pura vergüenza, se me iban empañando las gafas.
Y quizás por ese motivo le dedico esta tira cómica a él. Ha pasado un par de cursos muy duros, bastante intensos. Vive en un planeta donde reinan métodos pedagógicos que yo no comparto. Lleva muchísimos años impartiendo su magisterio de la única forma que sabe (y lo hace fenomenal). Pero por encima de todo, nunca cuestiona mi forma de trabajo y, quizás porque el altiplano turolense fabrica personas nobles, de aquellas que pocas veces te fallan, de aquellas que están ahí cuando las necesitas, agradezco profundamente todo este tiempo que llevamos juntos.
Va por ti, Inocencio.
Pedro, creo que me suena el humor de ese alumno😂😂
ResponderEliminarEste alumno creo que lo conozco😁😁
ResponderEliminarme suena un alumno así ����
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