Ni que decir tiene que no han necesitado obligarme demasiado. Estoy disfrutando cada página y constato que las aventuras del hijo de Lili y James en sus siete años de enseñanza mágica han envejecido la mar de bien.
Me fascina la capacidad de la autora para enganchar a los lectores desde las edades más tiernas con unas historias que progresivamente, curso tras curso, van ganando en profundidad. Puede decirse que quien se acerca a Howarts con 10 o 12 años madura y crece conforme lo hacen los protagonistas de las novelas.
Adoro también los momentos cómicos de la serie, esas montañas de deberes y ese tío Vernom que parece una remolacha con bigote, por ejemplo. Y me chiflan los personajes secundarios que poco a poco enriquecen la trama. Una lástima que muchos de ellos se pierdan en las -por otro lado excelentes- versiones fílmicas.
Por suerte para todos los que se acercan a este mundo desde la pantalla, Alan Rickman fue capaz de regalarnos un Severus Snape tan potente y maravilloso como el de los libros.
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